Y ella desviste sus piernas lentamente.
El murmuro peatonal se enterró en la tiniebla y los clandestinos jugaron en silencio.
Mientras se servía una copa de Brandy del 68.
Las cortinas yacieron con el viento y el balcón preparó el altar.
El jazz derrite sus sentidos.
Las hojas se desparramaron por el techo y el espejo reflejó su corazón envenenado.
La vida corre bajo su camisa desabrochada.
El cigarro consumió su esencia y el lecho se tiñó de cenizas.
Exhausta erge su cuello mordisqueado.
La Luna la observa.
Bendito aquel que encantó su memoria. Ya es posesión suya.