viernes, 16 de diciembre de 2016

Si algún día llegas a leer esto

Si algún día llegas a leer esto, ten en cuenta que nuestra sangre fue mezclada.
Agradezco al cielo mi súplica en vano. Cuánto le clamé que lloviera para que apagara el fuego. Todo llegó a su tiempo.
Me obligó el destino a bajarme del mundo y ponerme un abrigo hecho de mis propias pieles. Señalada e ignorada, pero presente, aunque a veces un poco muerta.
No pude despojarme de más, ya era íntegra.
Si algún día llegas a leer esto, ten en cuenta que fue elección propia descoser mis ojos.
Agradezco a la tierra por darme pies para explorarla, al viento por hacer titubear mis huesos y desordenar mis pensamientos. Al tiempo por arrancarme el aliento y fijar mis raíces.
Cediste el nunca a mis labios y la indecisión fue tarea cotidiana.
Desnuda entre vestidos y armada de luz al final del túnel. Sin esperanza, pero luchando por ser oída.
Me regé y florecí tras ser pisoteada. Dejé mi cuerpo caer sabiendo que no estarías para sujetarme. Cual pluma en la profundidad de mis ojos.
Si algún día llegas a leer esto, ten en cuenta que estoy naciendo de nuevo sin haber nunca muerto.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Sin voz

Tras pasar el único pasillo de aquel cuchitril, cuyas paredes estaban grabadas de laberintos sin solución, llegué al extremo de la caseta. Dos puertas reposaban ante mis pupilas, una a la derecha y otra en su opuesto. Con el temor metido en las venas decidí abrir esta primera. Pero en vano fue, estaba cerrada con llave desde su interior. Mi perversa lógica me obligó a mirar por la ranura. Un olor a cementerio destapado penetró mis sentidos.
Sin optativa alguna y confusa de mi real existencia en aquel antro, posé mi mano en el pomo de la izquierda, el cual cedió con un quejido espeluznante.
Las paredes del interior estaban rasgadas y habían restos de maderos en el suelo. En medio de la pequeña habitación había un antiguo fonógrafo. Me di cuenta que aún cumplía función cuando me acerqué éste y, por arte oculto, empezó a tocar una pieza rayada de mis memorias. Me atormentaba los sesos.
Me reincorporaré y di tres pasos hacia atrás, chocando mi espalda con un cuerpo frío. Un espejo. Volteé así mi cuerpo y pude contemplar mi figura marchita. Mi vestido blanco manchado de lodo, mis muñecas y tobillos marcados, y diversas magulladuras por el rostro.
<<¿Quién soy?, ¿Qué está ocurriendo?>> pensé.
Sin articular palabra alguna empecé a sentir como un líquido caliente goteaba sobre mis pantorrillas. Sangre.
Miré entonces mi reflejo y vi dos grandes cortes paralelos trazado en mi espalda.
Me habían cortado las alas.