Tengo carmín por el cuello, las medias de encaje haciendo carrera para entrar en calor. Hay un tigre en medio de la habitación tomándose una botella de Ballantines, y pasa a su lado la mariposa con su bandeja repleta de tentaciones, es hora de tomar mi medicina.
Valerie se enrolla ansiosa entre tus piernas, cual serpiente de Diciembre.
Voces ríen y el bajo que tocas vibra en mi piel, los mordiscos empiezan a sangrar púrpura. Huele a lluvia, pero hay demasiado fuego custodiando la puerta. El pez de ojo escarlata se sube a plataformas para bailar la danza de los espectros, y los sátiros aplauden saliva, chispas ardientes desprenden las cortinas negras, y los árboles de sabores animan a las sirenas a salir del agua. Tengo las retinas clavadas en mi dirección opuesta. Y tú me observas jugar, sentado en tu butaca de terciopelo árabe.
Delirio encapsulado. Mi piel se torna lila, a juego con tu planeta. Escamas brotan de las paredes, y tu mente clava uñas en mi carne. Arenas movedizas de hechicera loan el desequilibrio. Piedras gimen sus nombres, y los gusanos esmeralda congelan el sonido, al ritmo que el dragón bebe de tu botella. Y las plumas de almohada vuelan en el aire mientras el coro de rizos pelean su fortuna. Los caracoles hacen carrera por el verde, y su rastro resbala la piel de las arañas. Copas azules, espejos y labios morados. Los cuadros tienen ojos y el humo consume tus sentidos, las cadenas dejan de marcar cuellos. Las plantas sacan dedos y las lenguas tinta. Aquí todos se despojan. Nos pintamos libertinos.
Sólo somos caras desconocidas de la locura reinando esta noche muda, con el fuego tatuado en las vértebras y los pies bajo la tierra.
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