lunes, 11 de diciembre de 2017

sediento esta noche

Zack está sediento esta noche. Se pide un vaso de leche y besa un par de cuerpos sin rostro, sin perder costumbre. Pero la jaqueca le exige adrenalina, un chute por tubo, sólo un poco.
Nunca hay testigo, la noche es muda y espectadora es la luna de los ríos de sangre. Huesos rotos y pieza en mano.
Sus ojos se ensanchan como platos y sus dientes se afilan. El placer se acopla en cada gota de sudor que por su frente corre. Y Zack se endurece, las manos se relajan mientras Valentine le canta lírica. Y sigue bebiendo leche, ahora con tres gotas de Wishky escocés.
Sueño encapsulado y sábana sucia. Se levanta tras horas de inmersión y escribe lo que vio durante la oscuridad.
Colecciona páginas percudidas en su taller de locura, junto periódicos viejos y artículos de experimento. Talla hueso tras hueso con suma dedicación, Zack es un perfeccionista del arte insaciable. Mientras el pitillo se consume y deja restos en su barba de tres días. Y Valentine, con los brazos moreteados, no rompe rutina en cantarle con la boca bien cerca del oído.
Y  él sigue dando sorbos de leche cada veinte minutos, soñando por callejones manchados de orina. Huesos de nidos ajenos y hojas de calendario enterradas.
Zack es un insaciable sediento.

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